miércoles, 1 de febrero de 2012

Palabras sueltas (XI): mandarín, yamen y canga

El diccionario de la RAE recoge diversas acepciones para definir el portuguesismo mandarín; una de ellas lo describe del siguiente modo: En China y otros países asiáticos, hombre que tenía a su cargo el gobierno de una ciudad o la Administración de Justicia. Tradicionalmente, este importante cargo realizaba su trabajo en un edificio específico denominado yamen. Un lugar que, hoy en día, podría asemejarse a una delegación administrativa de usos múltiples, porque se trataba de una sede burocrática donde se concentraban desde las oficinas de la Hacienda provincial a los juzgados de lo civil y lo penal, la prisión local e incluso la vivienda del propio mandarín y su familia (que, según las normas de la dinastía Qing, debía ser originario de otra provincia para que pudiera juzgar y hacer ejecutar lo juzgado sin injerencias locales).

Entre los castigos que solían imponerse en el ámbito criminal, la pena corporal más habitual era la flagelación con una caña de bambú, propinando latigazos al condenado en función del delito que hubiera cometido; la pena infamante más común consistía en soportar la canga [cangue o jia]: un yugo de madera que aprisionaba la cabeza y las dos manos del reo dentro de tres agujeros durante los días que el mandarín estimase oportunos. La dureza de este castigo no era tanto física como social, porque afectaba a la honorabilidad del sujeto en un país donde el concepto del honor siempre ha tenido mucha más importancia que en la cultura Occidental. Finalmente, en el yamen también se podía condenar a muerte a ladrones y homicidas; en este caso, la pena capital podía llevarse a cabo mediante la rápida decapitación o la llamada muerte lenta: el ejecutado iba recibiendo mil cortes [ling chi o lingchi] por todo su cuerpo y, aunque ninguno era mortal de necesidad, la suma de todos ellos, sí que terminaba acabando con su vida.

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