martes, 26 de marzo de 2013

Palabras sueltas (XVII): Mommsen, Hozumi y Portalis

Se trata, en realidad, de los apellidos de tres ilustres juristas internacionales que conviene conocer. El primero de ellos fue Theodor Mommsen. Nació el 30 de noviembre de 1817 en una pequeña localidad del Estado de Schleswig-Holstein que, actualmente, es uno de los länder más septentrionales de la República Federal de Alemania pero que, en aquel tiempo, aún formaba parte del Reino de Dinamarca. Desde pequeño, su padre –un pastor protestante– le inculcó la importancia de conocer los grandes textos clásicos de la antigua Roma, formación a la que consagró gran parte de su vida tras finalizar la carrera de jurisprudencia en la Universidad de Kiel, la capital regional, donde terminó de aunar su pasión por la Historia con el estudio del Derecho Romano. Durante sus frecuentes viajes y estancias en Italia, fue perfilando la idea de recopilar las inscripciones en latín conservadas en distintos materiales (bronce, mármol, etc.) en un gran archivo al que denominó Corpus Inscriptionum Latinarum; sin embargo, la gran obra de este abogado, profesor, erudito y político que defendió la reunificación alemana (motivo por el que incluso llegó a ser juzgado en Leipzig por alta traición y, aunque ganó la apelación, tuvo que exiliarse en Suiza) fue su Historia de Roma por la que recibió el Premio Nóbel de Literatura en 1902. Hasta donde yo sé, creo que es el único abogado que ha recibido el máximo galardón de las letras. Falleció un año después, en Berlín, en 1903.

En segundo lugar, el barón Nobushige Hozumi (1856-1926) fue un reconocido jurista japonés que, al concluir sus estudios de Derecho en la Universidad Imperial de Tokio, continuó su formación primero en Gran Bretaña y después en Alemania, que se encontraba –como el resto del Viejo Continente, en pleno proceso codificador– de modo que, al regresar a su país, redactó el Código Civil de 1898 y, gracias a sus estudios en Europa, logró respetar el legado de las tradiciones japonesas con la influencia del ordenamiento jurídico de estilo occidental, en un momento histórico que resultó clave para el futuro devenir del Imperio del Sol Naciente, en plena pugna entre dos corrientes antagónicas: la que defendía la apertura de Japón hacia el exterior y la que propugnaba mantener el secular aislacionismo nipón. Fue el primer jurista de su país que obtuvo el título de doctor en Derecho y su modestia llegó a tal extremo que dejó instrucciones para que, tras su fallecimiento, si el pueblo quería honrarle de alguna manera, que no levantasen ninguna estatua para recordarle sino un monumento práctico del que todos pudieran beneficiarse y, por ese motivo, sus vecinos le construyeron un puente.

Por último, el abogado provenzal Jean-Étienne-Marie Portalis (1746-1807) fue el genio que hizo posible el Código Civil francés de Napoleón –que tanta influencia ejerció posteriormente en toda Europa e incluso en Japón, como acabamos de mencionar– en un momento muy crítico: durante el reinado del terror que se implantó tras la Revolución de 1789. Portalis se mantuvo muy firme en sus creencias, oponiéndose al uso de aquellos rigurosos métodos tan radicales, motivo por el cual fue encarcelado y estuvo a punto de morir en la guillotina. Como su moderación y tolerancia le granjearon numerosos enemigos entre las filas revolucionarias, acabó exiliándose en Suiza y Alemania hasta que Bonaparte llegó al poder y le encargó la redacción del Concordato con la Santa Sede y la elaboración de la primera codificación civil que unificó la diversa normativa de Francia, gracias a la comisión que constituyó el 12 de agosto de 1800, juntó a Felix Bigot de Preameneau, Jacques de Maleville y François Tronchet, para trabajar durante cuatro años en este proyecto. El objetivo último de aquel primer Código Civil de 1804 fue que nadie pudiera afirmar, con tanta ironía como Voltaire, que Un homme qui voyage dans ce pays change de lois presque autant de fois qu'il change de chevaux de poste (que podríamos traducir, libremente de la siguiente manera: un hombre que viaje a caballo por todo el país cambiará de leyes casi tantas veces como de montura).

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